miércoles, 11 de marzo de 2015

Un mundo de traiciones.




La vida está llena de momentos buenos y malos, de gente buena y mala... el problema es en dilucidar cuando te encuentras con alguien si esa persona te hará o no daño. Es difícil saberlo a primera vista, o incluso pueden pasar años "conociendo" a alguien, cuando de repente te hiere de la forma más cruel. 

Creo que muchas de las relaciones fracasan por la traición. No sólo las relaciones de pareja, sino las relaciones de amistad, e incluso las familiares. Si se eneñara desde que somos pequeños el verdadero significado de la lealtad probamente no habría tanta gente sufriendo. 

Durante mi vida, me he encontrado con gente que en su momento juro que jamás me haría daño, y al final terminó hiriéndome más que aquellos que jamás juraron nada.

No es mi intención quejarme dolorosamente de lo que me ocurre, pero por allí siempre digo algo a mis alumnos, el escritor es una persona que necesita escribir, en este momento es algo que tragido dentro, escribir para mí es catártico y necesario, tanto como respirar. 

Hoy en particular tengo que hablar de ello, tengo la necesidad en las puntas de mis dedos, esta necesidad que quiere salir a borbotones cual si vomitara las palabras que salen del teclado. 

Hay cierto familiar con quien cuando era niña por cuestión de edad nunca pude llevarme bien, pero al crecer y convertirme en adulta, comencé a tratar de nueva cuenta, durante algunos años disfruté ampliamente su compañía y esta persona no paraba de decirme lo mucho que me quería. Eramos familiares, la sangre nos llamaba, al menos eso era lo que pensaba. 

Al ir pasando el tiempo, yo seguí madurando, como es normal en las personas, que además conforme ocurren cosas, tu pensamiento cambia, tu percepción se afina, tus emociones se controlan más. Al menos en mi caso, porque a esta persona la madurez parecía ir en retroceso. 

Su infantilismo en edad avanzada, me preocupaba, a veces me hacía quedar en ridículo frente a amigos y extraños, pero en aras del amor fraternal que tenía por ella, lo soporte todo, era mi pariente, no podía dejarla hundirse, tenía que ser su salvavidas... era mi deber, ¿acaso no dicen que la sangre pesa más que el agua?

Por distintas situaciones, terminamos trabajando en el mismo lugar, y allí fue que comencé a ver el verdadero rostro oculto tras palabras zalameras y mentiras disfrazadas de verdades. Me trató mal, creó rumores sobre mí y me colocó en una posición difícil en el trabajo. Todavía me hizo creer que ella me estaba defendiendo, hasta que conocí la realidad y supe que ella era la que había propiciado todo. 

Más adelante, cuando los jefes se enteraron de como era y de las cosas que hacía, yo me puse de su
parte poniendo en peligro mi trabajo, pero de nuevo, ¿qué no era lo que debía hacer? Ella era mi pariente, sangre de mi sangre, defenderla y serle leal era lo que me correspondía.

La situación laboral, se medio arreglo pero había sentado precedente y todo se dificultaria a partir de allí. Por esa y más razones terminé mi ciclo de trabajo en ese lugar, y esta persona me llamó para un proyecto... mi yo interno me gritaba que no aceptara, que ya había tenido suficiente y que la relación ya tan lastimada iba a quebrarse por completo. Pero no le hice caso a esa vocecilla que callé refutando el cariño y la lealtad que ahora me pesa hasta el alma. 

Aquella voz que me demandó atención, aquella a la que no escuché tenía más razón que nada, el proyecto no funcionó como debía, esta persona se puso más infantil de lo que nunca había sido, sus decisiones pueriles y sus acciones inmaduras hicieron que la poca lealtad que aún le guardaba terminara por irse. La relación laboral acabó y la relación familiar quedó profundamente dañada. 

Me dolía, quería enmendar lo que no podía enmedarse, quería arreglar lo que ella seguía desarreglando. Ahora de la relación familiar no quedaba nada. 

¿Cuántas veces tuvo que traicionarme para entender? En este momento sigo sin saber con exactitud, esta persona jamás me tuvo cariño, lealtad, ni siquiera un poco de respeto. Me duel saber que perdí el tiempo con alguien que no lo merecía. 

Pero no todo está perdido, me vuelve a decir esa voz en mi cabeza, me dice que la gente que traiciona y hiere lo hace porque nosotros se lo permitimos, cada persona da permiso a las demás para que les haga daño, eso me ha quedado claro, yo fui quien le dio cabida en mi vida que había estado bien antes de conocerla, yo fui quien aceptó estar en su radar para que me torpedeara con sus insultos y sus actitudes inmaduras. Y ahora me queda claro que yo también tengo responsabilidad en el asunto. 

Ya dije que mi intención no era la de quejarme solamente, sino simplemente mi intención fue nacida de la necesidad de escribir esto, para así dejarlo a un lado, para así pasar página y escribir de temas más agradables que no sea de traición. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario