lunes, 23 de marzo de 2015

Mundo de herencias.

El día de hoy mi madre comenzó a decirme que me parecía a su abuela, es decir a mi bisabuela a quien nunca conocí, "también a mi tía," agregó... "ella se parecía a su madre, ella era española, no sé porque hasta que ya creciste vi el parecido, siempre me pregunté a quién te parecías".

Desde que era pequeña, me decía que tenía el carácter de mi abuelo, tal vez debo hacer hincapie de que ella no se llevaba bien con su padre, así que esa referencia no me era particularmente agradable. 

El comentario que hoy me hizo, tal vez si lo hubiera hecho antes, cuando era más niña podría haber sentido incluso orgullo al parecerme a alguien como mi bisabuela, mujer de la que mi madre guarda un grato recuerdo... 

Lo que me resulta más chocante, es saber que ella buscaba un parecido con alguien familiar, como si toda mi vida hubiera sido una extraña. 

¿He de sentirme orgullosa de mi herencia? ¿he de sentirme bien, de saber que sí, efectivamente tengo rasgos familiares dentro de mí? No conocí a mi bisabuela, tampoco a mí tía abuela, a quien conozco es a mi madre, para quien resulté una extraña hasta el día de hoy. 

Es difícil sentir empatía con estos parecidos, con esta herencia... me llega en un momento en que no la necesito más, desde hace mucho tiempo he de decir que me siento tranquila con lo que soy, que me conozco y que me siento más orgullosa de saber como soy y de comprender mis cambios, porque todos cambiamos con las experiencias, con las amistades y con la edad, cada que aparece un cambio en mí, me tomo mi tiempo para adpatarme, para saber que eso es parte de madurar... 

No, no soy la misma niña a quien comparaban con su abuelo, tampoco soy esa extraña, al menos no para mi misma, y desconozco si realmente llevo en mi ADN, herencias de una bisabuela española y una tía abuela de carácter fuerte pero sumisa con su marido... tal vez no soy como ninguno de ellos, y sólo soy una mezcla de todos a la vez junto a mis experiencias y mi propio sentir. 

En fin, si tengo o no herencia de mis antepasados, es sólo una parte de quien soy... el resto es mi decisión y mi propia voluntad. 

miércoles, 11 de marzo de 2015

Un mundo de traiciones.




La vida está llena de momentos buenos y malos, de gente buena y mala... el problema es en dilucidar cuando te encuentras con alguien si esa persona te hará o no daño. Es difícil saberlo a primera vista, o incluso pueden pasar años "conociendo" a alguien, cuando de repente te hiere de la forma más cruel. 

Creo que muchas de las relaciones fracasan por la traición. No sólo las relaciones de pareja, sino las relaciones de amistad, e incluso las familiares. Si se eneñara desde que somos pequeños el verdadero significado de la lealtad probamente no habría tanta gente sufriendo. 

Durante mi vida, me he encontrado con gente que en su momento juro que jamás me haría daño, y al final terminó hiriéndome más que aquellos que jamás juraron nada.

No es mi intención quejarme dolorosamente de lo que me ocurre, pero por allí siempre digo algo a mis alumnos, el escritor es una persona que necesita escribir, en este momento es algo que tragido dentro, escribir para mí es catártico y necesario, tanto como respirar. 

Hoy en particular tengo que hablar de ello, tengo la necesidad en las puntas de mis dedos, esta necesidad que quiere salir a borbotones cual si vomitara las palabras que salen del teclado. 

Hay cierto familiar con quien cuando era niña por cuestión de edad nunca pude llevarme bien, pero al crecer y convertirme en adulta, comencé a tratar de nueva cuenta, durante algunos años disfruté ampliamente su compañía y esta persona no paraba de decirme lo mucho que me quería. Eramos familiares, la sangre nos llamaba, al menos eso era lo que pensaba. 

Al ir pasando el tiempo, yo seguí madurando, como es normal en las personas, que además conforme ocurren cosas, tu pensamiento cambia, tu percepción se afina, tus emociones se controlan más. Al menos en mi caso, porque a esta persona la madurez parecía ir en retroceso. 

Su infantilismo en edad avanzada, me preocupaba, a veces me hacía quedar en ridículo frente a amigos y extraños, pero en aras del amor fraternal que tenía por ella, lo soporte todo, era mi pariente, no podía dejarla hundirse, tenía que ser su salvavidas... era mi deber, ¿acaso no dicen que la sangre pesa más que el agua?

Por distintas situaciones, terminamos trabajando en el mismo lugar, y allí fue que comencé a ver el verdadero rostro oculto tras palabras zalameras y mentiras disfrazadas de verdades. Me trató mal, creó rumores sobre mí y me colocó en una posición difícil en el trabajo. Todavía me hizo creer que ella me estaba defendiendo, hasta que conocí la realidad y supe que ella era la que había propiciado todo. 

Más adelante, cuando los jefes se enteraron de como era y de las cosas que hacía, yo me puse de su
parte poniendo en peligro mi trabajo, pero de nuevo, ¿qué no era lo que debía hacer? Ella era mi pariente, sangre de mi sangre, defenderla y serle leal era lo que me correspondía.

La situación laboral, se medio arreglo pero había sentado precedente y todo se dificultaria a partir de allí. Por esa y más razones terminé mi ciclo de trabajo en ese lugar, y esta persona me llamó para un proyecto... mi yo interno me gritaba que no aceptara, que ya había tenido suficiente y que la relación ya tan lastimada iba a quebrarse por completo. Pero no le hice caso a esa vocecilla que callé refutando el cariño y la lealtad que ahora me pesa hasta el alma. 

Aquella voz que me demandó atención, aquella a la que no escuché tenía más razón que nada, el proyecto no funcionó como debía, esta persona se puso más infantil de lo que nunca había sido, sus decisiones pueriles y sus acciones inmaduras hicieron que la poca lealtad que aún le guardaba terminara por irse. La relación laboral acabó y la relación familiar quedó profundamente dañada. 

Me dolía, quería enmendar lo que no podía enmedarse, quería arreglar lo que ella seguía desarreglando. Ahora de la relación familiar no quedaba nada. 

¿Cuántas veces tuvo que traicionarme para entender? En este momento sigo sin saber con exactitud, esta persona jamás me tuvo cariño, lealtad, ni siquiera un poco de respeto. Me duel saber que perdí el tiempo con alguien que no lo merecía. 

Pero no todo está perdido, me vuelve a decir esa voz en mi cabeza, me dice que la gente que traiciona y hiere lo hace porque nosotros se lo permitimos, cada persona da permiso a las demás para que les haga daño, eso me ha quedado claro, yo fui quien le dio cabida en mi vida que había estado bien antes de conocerla, yo fui quien aceptó estar en su radar para que me torpedeara con sus insultos y sus actitudes inmaduras. Y ahora me queda claro que yo también tengo responsabilidad en el asunto. 

Ya dije que mi intención no era la de quejarme solamente, sino simplemente mi intención fue nacida de la necesidad de escribir esto, para así dejarlo a un lado, para así pasar página y escribir de temas más agradables que no sea de traición.